Una vueltita por Tarija para quedarse picado

15 Abr

Hace un par de semanas tuve la oportunidad de visitar la pequeña ciudad de Tarija – una de las ciudades más lindas de Bolivia – para dar un pequeño curso. Es así que aproveché la oportunidad para conocer algunos lugares donde comer mientras aprovechaba para conocer esta ciudad. Este pequeño recorrido culinario no hizo más que dejarme deseoso de probar nuevas cosas – ya será otra la oportunidad. Es que en Bolivia la restricción más importante es el tiempo, pues el costo de la comida es usualmente bajo – cada una de las salidas descritas abajo me costó menos de 10 dólares americanos.
Gattopardo
Dominado por mi ignorancia, comencé mi tour en el Gattoparto, ubicado en las colindancias de la Plaza Central. Este lugar me pareció ciertamente interesante pues luego de pasar por dos hileras de mesas ubicadas al frente del restaurant se ingresa a un ambiente oscuro, pero de cierta manera agradable pues el mobiliario de madera rústica cae bien con los terracota que dominan el lugar. Este restaurante es uno de los más reputados en la ciudad, al punto que mucha de su clientela son los visitantes que se dieron la oportunidad de salir de los circuitos turísticos usuales del sur Boliviano. Sin embargo, para mi desventura, este restaurant ofrece una carta poco sorprendente a pesar de que presenta muchas alternativas de comida internacional.
En estas condiciones, por recomendación de la persona que me estaba atendiendo, terminé comiendo un Lomo Gattopardo. La materia prima era formidable, pues la carne estaba suave y agradablemente acompañada con huevo y trozos de tocino – uno de mis pecados capitales – aunque creo que le faltaba algo más de sal en la preparación. Respecto a la guarnición, a las papas fritas les faltaba un golpe de cocción para que estén perfectas. Sin embargo, creo que este criterio no es concluyente pues mientras comía me di cuenta que el Filet migñón era EL plato del lugar. A ver si prueban y me cuentan.
Mucho mejor, sin embargo, estaba el tiramisú que a pesar de su aparente simplicidad creo que es muy complicado de hacer pues de no combinarse en adecuadas proporciones los condimentos pierde la delicadez de su sabor, que tanto me agrada. En efecto, este tiramisú era delicado tanto en sabor como en textura sorprendiéndome incluso después del empache provocado por el abundante plato principal – clara señal de un buen postre.
Por otro lado, la atención, sin ser impecable, es relativamente cuidadosa. Empero, como me senté cerca del mostrador me enteré de una que otra orden y de uno que otro chismecito. A mí me cayó bien pues, a comer en total silencio, prefiero algo de bulla; sin embargo el local ofrece lugares más reservados para evitar este posible inconveniente.
Zarca II
Al día siguiente por la mañana, en medio de mis clases, tuve la oportunidad de probar el Saice de Doña Pastora, a modo de refrigerio. Este es un guiso de carne molida que generalmente no me entusiasma. Sin embargo, este preparado en particular tenía un sabor tan embriagante que comencé a dar crédito a los rumores de que este plato era enviado a la Ciudad de La Paz por avión una vez a la semana para que los Tarijeños residentes en esta ciudad puedan comprarlo en el ya cerrado Gringo Limón. Lamentablemente, mis alumnos me comentaron que esta señora sólo atendía en los horarios que nosotros estábamos pasando clases, frustrando así mi deseo de repetir – ya podré ir la siguiente vez y dedicarle una reseña. Se lo merece.
Ante tal frustración, pregunté a mis alumnos qué solían comer por la tarde y algunos me recomendaron probar cerdo al turril que se prepara en algunos restaurantes como el Zarca. Caminando por el centro de la ciudad llegue al Zarca II, un pequeño restaurant familiar nada pretencioso detrás de la catedral. En este lugar, la atención es extremadamente informal y el ambiente sólo llega a inspirar una noche de cacho con los amigos – en fin, lo que importa son los sabores. Según lo que entendí, el cerdo al turril consiste en cocer las costillas de cerdo con especias y sal en un recipiente profundo lleno de agua y dejar que se cocine hasta que el agua se consuma permitiendo que la carne se termine de cocinar en sus fluidos. Esta modalidad de preparar el cerdo es ciertamente nueva para mí y el sabor, aunque simple, fue igualmente sorprendente. El cerdo estaba suave y tenía un sabor peculiar que iba muy bien con la llajua y el mote que le acompañaba. Además, como en este lugar en vez de cubierto te dan un trapo para limpiarte las manos, pude disfrutar de la grata experiencia de comer con los dedos que, creo, tiende a resaltar el placer del comer – aun no entiendo porqué, pero probablemente se debe a que el comer con cubiertos es anti-natura y que al comer con las manos se generan más estímulos neuronales.
Mientras estaba disfrutando esta peculiaridad, noté que el resto de los comensales pedían las morcillas del lugar de manera recurrente y decidí pedirme una. El sabor de esta morcilla no me agradó tanto como el del cerdo, pero sorprendió gratamente a mi paladar pues, a diferencia de la mayoría de las morcillas que he comido, ésta tenía fragmentos de fruta, en especial uvas pasas. Esta inusual forma de preparar las morcillas genera sensaciones interesantes en el paladar pues, en medio de usuales salados y aromas especiados, resalta aleatoriamente el dulce de las uvas.
Cabaña Tentaguazú
Terminadas mis clases, me sobró un tiempo antes de dirigirme al aeropuerto, así que le pedí al coordinador del programa que me acompañe a comer a algún lugar. De esta forma, nos fuimos a comer a la Cabaña Tentaguazú. Este es un restaurante ubicado a pocas cuadras del aeropuerto de Tarija, de una decoración muy acogedora y refrescante dominada por un techo entretejido. Éste ofrece una variedad interesantes de platos, pero nosotros optamos por el sábalo a la parrilla. Esta decisión parece obvia si se considera que el sábalo es pescado en un rio cercano y que la parrilla es una modalidad de preparación que siempre me ha cautivado por los sabores y aromas aportados por las brasas de carbón.
Luego de un breve tiempo de espera, me trajeron un plato con un sábalo de gran dimensión, dorado por la parrilla, y un medio limón grande que le cayó muy bien. Este plato venía acompañado de una porción de motes y papas que acompañaban bien al pescado. Sin embargo, lo que terminaba de redondearlo era la llajua con hierbas que caía muy bien con el acido del limón rociado sobre el sábalo, al punto que no recomendaría comer este plato si no están dispuestos a comer algo de picante – es increíble como una salsa picante criolla como ésta puede mejorar ampliamente un plato. Sin embargo, me queda aún pendiente ir a probar el sábalo a la parrilla en el Mercado Campesino que, según mi acompañante, esta aún mejor – ya será otra la oportunidad.
  • Gattopardo: Calle La Madrid esquina Calle Sucre, Plaza Luis de Fuentes. Teléfono: 4-66-30656. Enlaces: 12
  • Zarca IICalle Bolivar casi esquina Ramón Rojas. Calle Juan Misael Saracho casi esquina Pasaje Baldiviezo. Enlaces: 12
  • Cabaña Tentaguazú: Avenida Monseñor Font esquina Avenida Defensores del Chaco, Barrio Juan XXIII. Teléfono: 4-66-37466. Enlaces: 12
@esterucaa

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