Estoy casi de paso por Sucre, ahora. Una llamada buscando una recomendación para el almuerzo, y la sugerencia, de un amigo chuqui, llega rápido, sin dubitar: Sullka en el Vergelito. Unas preguntas aquí y allá, y llego a El Vergelito, sobre la calle Cruz Verde – una callejuela, en realidad – entre Arce y España. Pienso que puede haber un error: el local – un salón rectangular – es feo, con poca luz. Su vieja pintura seguro conoció tiempos mejores y sus más vistosos adornos son las hojas del calendario de FANCESA – la fábrica local de cemento – con bellas modelos, así como unas extemporáneas guirnaldas navideñas – en julio.
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Sullka en el paraíso
21 OctSucre es una invitación. Siempre.
Sus calles antiguas, bordeadas de blancas y hermosas casas, siguiendo lánguidamente la suave curva de sus colinas, bañadas por el pleno pero amistoso sol del invierno, con su gente – mucha de ella joven – disfrutando perezosamente de los parques y plazas. Todo invita a sentir el delicioso ambiente de la ciudad; mis raíces chuquis vibran intensamente.
Y su comida, por supuesto, es otra invitación ineludible.
Entro igual.
Sólo hay tres platos en el menú, nunca un mal signo: Sullka, Karapecho y Chicharrón. Sigo la recomendación y pido Sullka, con una cerveza.
Tras una buena espera, quizá unos 15 minutos, el plato llega. La Sullka son anchas pero delgadas tiras de Carne de res, acompañada muy simplemente de granos de Maíz blanco (Mote) y Papa, más un trozo de Tripa Gorda (la foto lastimosamente no es mía, y aunque es una Sullka, no es idéntica a la que comí).
Con un acompañamiento tan simple, todo recae en la Carne.
La Carne está claramente preparada a la parrilla y es suave y sabrosa, con lo justo de superficies tostadas. La esperaba dura, como en aquellas carnes en que, por el sabor, sacrificas la suavidad. Error. La textura crocante de las selectas superficies tostadas se combina cronométricamente con la suave y delgada pulpa. Tiene además un sutil ahumado, que recuerda vagamente al que adquiere el Anticucho. Esta Carne tiene oficio. El Ají que la acompaña es excelente, con el picante justo. Por razonables Bs35, es una opción sobresaliente.
Me alegro haber descubierto este feo local, lleno ahora de gente diversa. Desde el par de abuelitas muy dignas y elegantes que sostiene el cubierto levantando el meñique, hasta el más ruidoso grupo de adultos, de apariencia más modesta, de la mesa vecina. Todos sabían lo que encontrarían aquí. Yo estoy feliz de haberlo descubierto.
Quizá en otro local podría haber aprovechado mejor el acogedor sol sucrense durante la comida, pero ahora salgo muy satisfecho a sumergirme de nuevo en las suaves calles, el sol, la gente… Estoy de vuelta en el paraíso.