Hasta muy adentrado de este siglo, bodega era el nombre con el cual se conocían las tiendas expendedoras de licores. Eran establecimientos de mobiliario especial y estaban categorizados de acuerdo a la calidad de bebidas que ofrecían y hasta al tipo de parroquianos que atendían. Habían bodegas para abastecer a las familias de las capas altas y otras para el grueso pueblo, donde se expendían aguardientes de ínfima calidad. En estas últimas y en algunas de las otras se atendían en el mostrador a los clientes que quisieran servirse un trago. Hoy es un negocio que ha sido sustituido por otro tipo de tiendas. La verdadera bodega es un recuerdo del pasado.
Lamentablemente, costumbre comercial que está en vía de extinción. Pocas, muy pocas defienden su existencia con la misma figura y modalidades que tenían en el pasado. La grande industria de bebidas espirituosas que se ha formado en el país, con sus tiendas de mercadeo de los productos que elaboran, llamadas licorerías, ha venido a sustituir a la tradicional bodega, la que cumplía la misma función de las actuales licorerías, pero en otra forma, quién sabe más familiar. Las ciudades eran pequeñas y los bodegueros sabían de lo que gustaba determinada familia o persona. Eran tiempos que en Bolivia se vivía en familia.
La Bodega como la Botica, era el lugar de reunión de los vecinos, donde se comentaban las últimas noticias. Una especie de salón social público, de conversación, de chismografía, a la que concurrían sólo varones. Habría sido un escándalo ver a una mujer de habitué en la bodega.
Las bodegas tenían diferentes categorías; unas donde eran parroquianos «gente decente», y otras destinadas al bajo pueblo. Pero en ambas, por igual los concurrentes bebían de pie, delante del mostrador, su copón de un blanquete, o un anizado; o una ratafia, nombre popular que se daba a un buen singani con una uva maserada dentro. La capa social de los parroquianos habitúes del local, era la que categorizaba una bodega.
Una bodega se compañía de una tienda y su trastienda. En la tienda el mostrador y los armarios mostrando la botellería conteniendo los diferentes licores que ofrecía. Sobre el mostrador lasenormes vacijas de estaño o de cerámica, y vasos pequeños para la venta del aguardiente al raleo.En la trastienda, especie de depósito, otras tinajas de estaño, damajuanas, pichelas de cristal, botellería, odres, botas y algún tonel de madera.
La última bodega que existió en la ciudad de La Paz fue la de don Pedro Canales, un cinteño avecindado en la ciudad, que instaló su bodega en la calle Evaristo Valle, con los utensilios propios de una bodega tradicional.
En el siglo pasado año 1875, fue famosa en esta ciudad la Bodega de don Manuel María Infantas, situada en la calle Chirinos, actual calle Potosí, frente al tambo de las Concebidas, que quedaba al lado del actual Palacio de Justicia. Cuando Infantas vendió su Bodega, publicó el siguiente aviso en un periódico local:
Realización de Una Bodega. El abajo suscrito teniendo que ausentarse de esta ciudad: ofrece en venta y al contado, su acreditado establecimiento de BODEGA DE LICORES, con toda su vacija, tanto de estaño como de barro teniendo capacidad como para envasijar 250 quintales, con más todos sus en seres y útiles concernientes a dicho establecimiento. Advirtiéndose que los licores que componen hoy su existencia: constan de Singani legítimo o «Moscatel de Cinti», buenos vinos del año pasado, Aguardiente de uva pura, todo de » la costa. Mientras se proporcione celebrar dicha» compraventa de la Bodega indicada: se pone en conocimiento del público, que desde la presente fecha se da principios a su realización y a precios mucho más equitativos que los que corren hoy en plaza, tanto por mayor como por menor. Por ejemplo, el Singani de Cinü a 55 $, el quintal, la arroba en 15 $, el medio cucho en 4 $, la botella en 1 peso. Los vinos, tanto dulces como ásperos, la botija en 12 $, Medio » cucho 1 peso 6 reales, la botella 4 reales. El Aguardiente de uva y de buena calidad, por » quintales a 24 $, por arrobas 6 $, por Medio cucho 1 peso 4 reales, la botella 4 reales. El » Pisco Italia de superior calidad, el quintal en 42 $, la arroba en 12 $, Medio cucho en 3 $, la botella en 6 reales. Los precios y calidad de los licores, son sin duda alguna sin competencia, por lo que se aguarda aprovechen los interesados de la ocasión. Con tal motivo, de realizar mi establecimiento: me cabe pues suplicar a todas las personas que tengan créditos pendientes con dicha casa, se dignen cancelar sus cuentas, en el término perentorio de 30 días a contar desde la presente fecha y en caso contrario, serán publicados sus nombres por la prensa, y sin perjuicio de la vía ejecutiva. Casa del Dr. Juan Bedregal, calle de Chirinos, frente al Tambo de las Concebidas, números 54 y 56. La Paz de Ayacucho, Diciembre 10 de 1875. Manuel María Infantas.
Otra famosa bodega del mismo siglo fue la que quedaba en la «Calle San Francisco Nº 76, hacia Churubamba», cuya especialidad era dar la mercadería al crédito y recibir en consignación.
Los vinos y licores que surtían a las bodegas de la ciudad de La Paz, venían de Cinti, de Moquegua, de la costa, y también de Europa. En un aviso de prensa encontramos el siguiente suelto: «Importante. En el Tambo de las Concebidas se vende toda clase de licores de Moquegua de la mejor calidad, importados directamente para esta Bodega, y a precios equitativos.», y en otro ofrecían «Vino Málaga en Anclotes». Y eran famosos en gentes de burguesía citadina los mentados vinos de Achocara, cuya bodega se situaba en casa de los señores de Asín (La Paz 1875), porque según decían en ese tiempo, «contienen una gran cantidad de fierro, comprobado en el análisis químico que se ha hecho, y hace de ellos un tónico poderoso, tal que con su uso ordinario en la mesa, como todo vino, se consigue el mismo efecto que tomando drogas, que lo contienen, sin tener el fastidio de tomar medicinas», tal se publica en un periódico de 1876 en la Ciudad de La Paz de Ayacucho. En ese tiempo ya teníamos cerveza elaborada en el país; un suelto periodístico ofrece: «En venta en el almacén de Otto Richter, casa de los señores Benguria, Cerveza del país, cápsula verde».
Ya entrado el presente siglo, en la ciudad de La Paz fueron mentadas muchas bodegas; una de ellas, en 1913, la bodega situada en la calle Evaristo Valle Nº 54, propiedad de la firma «Luribay Andrade Unos.», cuyo letrero pintado en la pared del frontis de la casa, decía «Bodega de las Haciendas Chincha y Angulema»; presumiblemente por ese tiempo ya existía la Bodega de los Ormachea, que fabricaba alcoholes de diferentes calidades, uno de ellos, el más conocido tenía por nombre popular «Chaleco Verde», en razón de que la etiqueta pegada a la botella era de color verde; también fabricaban el famoso Duraznillo, aguardiente de ínfima calidad. La Bodega Chivisivi, situada en la calle Jenaro Sangi-nés casi esquina Potosí, de propiedad de don José Luis Aramayo, mentada por elaborar vinos de alta calidad. La Bodega de los Flores, situada en la calle del Recreo y perteneciente a una familia inmigrante del Perú. La Bodega de la familia Balanza, que también ofrecía variedad de vinos de diferentes calidades.
Potosí, por su cercanía a Camargo y Cinti siempre tuvieron fama sus buenos vinos y singanis. Tal es que el pueblo ha ido formando un vocabulario especial referente a los licores: Cuarteros llama a los individuos que beben aguardiente barato que se expende por cuarta parte de una botella conocida por cuartilla, medida anterior al sistema decimal, que rige actualmente. Aguachado, nombre que se da a la mezcla de alcohol y agua; bebida muy barata y ordinaria y por el costo preferida por los khepiris (changadores o mozos de cordel), Tucsillo, es el aguardiente ordinario y barato. Alcohol Toro, otro aguardiente de baja calidad, que se elabora en la destilería de Culpina. Y para nominar humorísticamente a los aguardientes o a la costumbre consuetudinaria de beber se la llama Desayuno escolar y para designar un trago de alcohol el pueblo dice: ¡Un khaj! que equivaldría a vaciar la copa de una vez.
Entre las bodegas famosas que tuvo o tiene se señalan la Bodega Leytón, situada en la calle Ingavi; Bodega Inch, desde tiempo antiguo en la Plazoleta Pichincha. Bodega, de las Cárdenas, en la calle Linares.
No todas las bodegas vendían la producción propia, generalmente recibían en consignación de los productores pequeños y medianos que traían desde Cin-ti en odres y botas a surtir el comercio de licores de la ciudad de Chojchi Gandarias; en la misma calle la Bodega de la señora Genoveva Leytón v. de Osio; la Bodega de Gutiérrez; en la calle Urcullo La Bodeguita, cuyo propietario era don Darío Campuzano; La Bodega de los Oropeza en la casa que hace esquina Loa y Ravelo, lugar más conocido por «Las 4 Esquinas». Las bodegas en Sucre se surtían de las propias falcas que tenían en sus haciendas de Cinti o en los valles chuquisaqueños; otros adquirían los licores de los repartidores, que también eran dueños de hacienda y cuya industria abastecía a las diferentes bodegas de la ciudad; muy conocido fue don Antonio Tardío, propietario de una falca en su hacienda de Chuquí-Chuquí, quien elaboraba a más de alcohol corriente el famoso Ron Cartavio; la Uva y pastilla, singani especial y el Mandarinado que era un licor preparado de alcohol y cascara de mandarina o naranja.
En Sucre sentó fama la bodega de nombre «La botella verde», no sólo por los licores que ofrecía, sino también porque en esa esquina se despedía el duelo en los entierros.
El nombre venía de que en la puerta de la bodega se colgaba un letrero grande de latón, donde tenía pintada una botella del color verde. Estaba situada en la calle Bustillo esquina La Paz.
Otras bodegas conocidas fueron: Bodega de Du-lón, en la calle Junín y frontera a ésta la Bodega
LA COMIDA POPULAR BOLIVIANA
Paredes Candia, Antonio
Edición privada. 2ª Edición
La Paz. Bolivia. 1990