Sin duda, la gran oferta de golosinas y dulces de marca, además del desarrollo de la ciudad, han mermado la venta de dulces tradicionales y artesanales típicos de nuestra región. Sin embargo, esto no quiere decir que el singular saborcito que dan los dulces tales como el virulo, el masapán, el picolé de leche y las tablillas no sigan deleitando el paladar de los cruceños y, por qué no decir, de todos los bolivianos.
«Pueden pasar mil años y muchas marcas de productos, pero el sabor cruceño es único y hay gente que aún valora lo nuestro», afirma Margarita Guillaux.
Solo dulces cruceños. La mujer de 83 años de edad, que tiene una de las pulperías más antiguas de la ciudad, aún oferta el afamado masapán (una especie de tablilla de maní envuelta en azúcar), así como horneados y dulces difíciles de encontrar como bizcochuelos, tablillas y paraguayos. Su oferta incluye también la gelatina de pata y el majablanco.
«Tengo mi pulpería hace más de 40 años y me resisto a dejar de vender productos artesanales pues son los que más piden, incluso para llevar a otros departamentos y países», expresa la mujer, quien también lamenta que cada vez haya menos personas que se encarguen de incentivar y promocionar lo nuestro. «Da tristeza ver que la gente de ahora no se preocupe de enseñar a las futuras generaciones lo lindo de nuestras comidas y tradiciones, aunque hay mucha gente como yo que también se encarga de dejar en alto y preservar nuestros sabores», relata.
30 años deleitando con picolé de leche. Una de esas personas a las que se refiere la señora Margarita es la señora Doris Padilla, quien desde hace más de 30 años se dedica a la venta de bolo y picolé de leche en el barrio Convifag.
El sabor de sus heladitos que prepara en base a leche, azúcar canela, esencia de vainilla y coco, atrae a sus vecinos y personas de otros barrios que una vez que prueban la delicia se hacen sus fieles clientes. «No tengo secretos, solo lo hago con mucho cariño y dedicación», afirma la mujer que cuenta que aprendió las habilidades de su tía para iniciar el oficio. «Inicié vendiendo bolos y helados a finales de los años ’80 con una heladera pequeña y con la leche que me daban en la lactancia durante mi embarazo. Hoy tengo mi propia tienda gracias al esfuerzo de mi familia. La venta de picolé fue de gran ayuda», dice. A la semana prepara alrededor de 150 picolés.
Una vida haciendo virulos y alfeñiques. Por su parte, Delbi Alba (70) también es otra de las cruceñas que tienen fama por sus habilidades para elaborar dulces y horneados típicos, especialmente de los virulos y los alfeñiques, que se hacen en base a azúcar quemada, limón, agua y edulcorantes. «Desde mis veinte años me dedico a vender dulces y comidas típicas, más que por necesidad por amor a mi tierra y para que nuestras tradiciones sigan vigentes, aunque ahora solo hago a pedido, pues los ingredientes como el azúcar están caros», lamenta.
Para su suerte, los pedidos nunca faltan.
El valor del azúcar influye en el precio
Muchas de las comerciantes de postres y horneados típicos afirman que el incremento en el precio del azúcar ha influido en los precios.