Crisis del agua: La Paz sufre la peor sequía en cuarto siglo

2 Mar

 

Por la sequía de las represas y falta de previsiones, 94 barrios de la ladera Este y la zona Sur son afectados por el racionamiento de agua. Hay emergencia nacional. EPSAS está en la mira.

Crisis del agua: La Paz sufre la peor sequía en cuarto siglo

 

Freddy Barragán / Página Siete. Ajuan Khota se redujo a su mínima expresión, en la represa mayor apenas queda un charco de agua estancada.

Leny Chuquimia Periodista
El 8 de noviembre, la Empresa Publica Social de Agua  y Saneamiento (EPSAS) anunciaba a los paceños un racionamiento de agua en 94 barrios de la ladera Este y la zona Sur. La causa, una baja en el embalse de todas las represas que alimentan la planta de Potabilización   de Pampahasi, que distribuye el líquido a más de 256 mil habitantes. Por primera vez, una ciudad preparada para lidiar con el exceso de lluvias tuvo que enfrentar su escasez.
Para la gestión 2015-2016, el gobierno municipal  presentó un plan de emergencias previendo una dura época de lluvias. El pronóstico contemplaba un exceso de precipitaciones capaz de ocasionar mazamorras, derrumbes   y desbordes de  ríos.  Sin embargo, las descargas pluviales  fueron  mucho menores a las esperadas y las represas mermaron sin que EPSAS alertara sobre la situación.
Reportes  oficiales señalan que Bolivia enfrenta una de las peores sequías del último cuarto de siglo. Ésta,   sumada a una ola de calor extremo, resultado del  cambio climático,  afecta a siete de los nueve departamentos del país. Embalses secos y racionamiento son muestras de ello.
La dimensión del problema se puso en evidencia  el mismo día en que se aplicó el racionamiento.  «Para mí es como un terremoto,  no calculamos, no estaba en nuestras previsiones que nos falte agua. Nos ha sorprendido”, afirmó el presidente Evo Morales.
Espejos de agua que desaparecen
 Incachaca, Hampaturi y Ajuan Khota son las tres represas que alimentan al Este y al Sur  de La Paz. En menos de dos meses, sus embalses se redujeron  hasta llegar, respectivamente al 8%, 5% y 1% de su capacidad. Por falta de recursos, ninguna de ellas puede mantener el suministro.
  La reserva mayor,  Ajuan Khota, presenta un panorama apocalíptico.  Ha quedado al descubierto el fondo de lo que fue una laguna de  cuatro millones de metros cúbicos. La tierra mezclada con piedras pizarra azuladas evidencia al menos tres capas de agrietamientos.
    Apenas unos   charcos de agua estancada quedan de la  reserva que hasta hace poco alimentaba  a la represa de bajo Hampaturi. La sequedad es notoria en el viento que arrastra grandes cantidades de polvo.
En las otras dos represas -Incachaca y Hampaturi- el suelo es fangoso. Del agua que las colmaba sólo queda  tierra, piedras  y arena.   Los afluentes  que desembocan en estas lagunas artificiales también están secos. De los bofedales  ya no hay rastros.
Pero éstas no son las primeras reservas hídricas que desaparecen. A finales de 2015 el lago Poopó empezó un proceso de desertización que durante meses dejó al descubierto una capa blanca de sal granulada. «Siempre han dicho que el lago iba a secarse y convertirse en un salar, pero no pensamos que sería tan pronto”, dijo en enero   el comunario  Sinforiano Lima.
Los más afectados fueron los  Urus Muratos de Puñaka Tinta María, que ante la desaparición de su fuente de vida se declararon en emergencia. Aseguraron que la sequía y los desvíos de  ríos -que alimentaban al segundo espejo de agua más grande de Bolivia-  eran las causas.
Estudios de la Universidad Técnica de Oruro (UTO) corroboraron esa hipótesis y añadieron a las causas el alza de temperaturas. Empero, con el argumento de que la sequía se trataba de un  evento cíclico, el Gobierno  aseguró que  el lago reviviría  «como  sucede  cada cierto tiempo”.
El experto  de la UTO Willy Camargo explicó  que hay al menos cuatro variables para el desastre ambiental. Identificó la disminución de sus afluentes por el desvío del río Desaguadero como la causa principal.
«El problema del Poopó, y de cualquier lago en el mundo está  fundamentalmente en  los límites   mínimos de caudal que  se precisa    para  que el lago  se desarrolle normalmente. Si hay un caudal bajo, la evaporación por causa del incremento de temperaturas es mucho mayor, por lo que éste se seca”, dijo.
  Hace unos meses la Laguna Colorada -que se encuentra en la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa- presentó los mismos síntomas: aguas que retrocedieron,  afluentes insuficientes y un incremento de las temperaturas. Pese a las denuncias,  desde el Ministerio de Medio Ambiente se explicó que el espejo de agua se encontraba en una etapa de recuperación en comparación a otros años.
En Cochabamba, tras la muerte masiva de peces, aves y ranas por altos niveles de  contaminación, la sequía agravó el problema. Para septiembre, el agua retrocedió al menos tres metros de la orilla norte dejando  tierra agrietada y fauna en estado de descomposición, que se convirtió en un foco de infección.
Había alertas, y no pocas, sobre la amenaza a las represas paceñas. Esos caudales, sin embargo, se secaron sin que las autoridades  tomen previsiones para evitar la crisis.
 La Paz sin agua
En enero, el lago Poopó  se había convertido en una enorme planicie  en la que reposaban  decenas de barcas  abandonadas donde permanecían   redes de pesca, mantas y utensilios  de cocina. Todo intacto   como si  el agua hubiera desaparecido junto al pescador en unos segundos. En medio de esos vestigios, desde San Agustín de Puñaka, Aurelio Poma avanzaba en su bicicleta. A cuestas trasladaba un bidón con cinco litros de agua que había conseguido  a poco más de una hora de viaje y que  debía alcanzar  para él, su esposa y sus hijos.
  Hasta entonces, situaciones como ésa eran impensables en las ciudades. Sin embargo, desde noviembre la búsqueda de agua se ha convertido en la tarea diaria para los vecinos de al menos 94 barrios de La Paz.
«Todos los días tenemos que ir a buscar  un poco de agua. Las wawas son las que sufren porque no hay con qué darles de comer”, es la queja de don Aurelio Nina, habitante de Villa Salomé,  que se repite en tres de cada 10 habitantes de la hoyada.
Durante el primer mes del racionamiento,  conseguir agua se convirtió en una odisea que se desarrollaba  en medio de protestas, bloqueos y marchas vecinales. El primer cronograma de EPSAS fijaba 12 horas de corte del suministro día por medio.
Sin embargo, la empresa no cumplió esos horarios y a falta de reservas en las represas endureció los cortes dando   sólo tres horas de provisión cada tercer día. Pero ni con los nuevos cronogramas se pudo resolver la situación, especialmente la de  los barrios más alejados que desde el inicio de la racionamiento no volvieron a recibir el líquido por red.
Ante el desabastecimiento y las protestas de la población, EPSAS decidió poner en marcha un plan de distribución  por medio de cisternas y tanques que instaló en los barrios.   «Hemos tratado de llevar una hasta Villa Salomé pero en el camino los vecinos nos han detenido y han vaciado toda la cisterna”, comentó Rolando Espinoza desde la fila de espera  para aprovisionarse del tanque estacionario de Pampahasi.
  Desde su domicilio en Villa Salome, hasta este punto Espinoza debe caminar cada día al menos 30 minutos cargando baldes con el recurso en el camino de regreso. En ocasiones  alcanza a obtener el líquido y en otras debe esperar a que el tanque sea recargado.
 En los 94 barrios que sufren el racionamiento se han instalado 44 tanques estacionarios y  37 membranas de alta capacidad  de almacenaje de agua.  En todos los puntos el panorama es similar: hay gente con baldes, tachos y botellas esperando su turno. Los que tienen  vehículos logran acopiar el líquido en recipientes más grandes, los demás reciben sólo lo que pueden acarrear.
 La falta de agua no sólo  afectó en las tareas cotidianas de las familias. En cinco regiones, el fin del año escolar tuvo que ser adelantado del 7 de diciembre al 25 y 30 de noviembre; mientras que algunos hospitales reprogramaron cirugías ante la dudosa calidad del agua.
   «No hay brote epidemiológico;   pero estamos en una situación de emergencia. Hay que ser claros con la población: estamos viviendo una situación de emergencia”, afirmó a mediados de noviembre el jefe de la unidad de Salud Ambiental del ministerio del área, Daniel Cruz.
EPSAS en la mira
 Ante el  creciente problema, el 16 de noviembre el presidente Evo Morales anunció  la destitución de Benecio Quispe y Rudy Rojas cabezas de  la Autoridad Reguladora de Agua (AAPS) y EPSAS, respectivamente. En su lugar ingresaron Víctor Rico y Humberto Claure, ambos nombrados por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua.
Siguió una serie de denuncias de sueldos de más de 32.000 bolivianos en EPSAS y contrataciones políticas y no técnicas. El 23 de noviembre, el gerente regional de El Alto, Roberto Rojas, fue destituido por «falta de capacidad técnica”. Actualmente las exautoridades, afrontan varios procesos por incumplimiento de deberes y atentado a la salud.
Emergencia de alcance nacional
Tras dos semanas  de  racionamiento en La Paz,   desabastecimiento de agua en Sucre y Potosí, peleas entre mineros y campesinos por el control de escasos ojos de agua, el 21 de noviembre el Presidente  declaró la emergencia nacional por sequía. «Hay que estar preparados para lo peor”, advirtió.
En un sobrevuelo  por todas las represas de La Paz y El Alto  -incluidas Tuni Condoriri y Milluni- y, principalmente, la cuenca Hampaturi Morales corroboró que las denuncias de sequía que en su momento se consideraron exageradas eran una penosa realidad. «Tengo que decir la verdad, sólo queda esperar las lluvias y la mejor forma de atender la falta de agua es con cisternas.
Pensamos en bombear agua, pero  las lagunas están secas”, aceptó.
Tras la declaratoria de emergencia, el Gobierno creó el Gabinete del Agua, a la cabeza del ministro de la Presidencia, Juan Ramón Quintana. Inmediatamente las Fuerzas Armadas tomaron el control de la distribución  por tanques y cisternas custodiadas de conscriptos.
 Entre controversias, vehículos repartidores de combustible arribaron a la sede de Gobierno desde el interior del país. Se cuestionó su procedencia y la calidad del líquido que brindaban a los ciudadanos de La Paz y El Alto, municipio al que el racionamiento fue extendido.
En medio del conflicto, los intereses políticos salieron a flote cuando  EPSAS, mediante un comunicado, prohibió que las cisternas de la Alcaldía distribuyan agua a los barrios afectados y que los 500 funcionarios ediles sigan brindando su apoyo. El argumento fue que la comuna «buscaba protagonismo”.
«Es absurdo e irracional rechazar la ayuda de cisternas que a los paceños les hacen falta. La crisis no está bajo control, aún hay filas, bloqueos y vecinos molestos porque no reciben el líquido”, reprochó en respuesta el alcalde Luis Revilla.
  El 9 de diciembre la ministra de Medio Ambiente y el alcalde Revilla retomaron la coordinación.
Entre pronósticos y ruegos
Lunes 7 de noviembre. Entre lágrimas un grupo de niños suben al cerro de Tarvita en Chuquisaca. Postrados en rodillas claman al cielo por lluvia. «Agua Tatay, tenemos sed.
Perdónanos por todo lo que hemos hecho. ¡mandanos agua Tatay!”, ruegan.
Uno de ellos lleva en sus manos una cruz y llora: «Tengo sed, mi vaquita se está muriendo”.
Sus padres ruegan en otro de los cerros. Elevan oraciones en quechua y aseguran que continuarán con el pedido hasta que el cielo les dé agua. Siete meses antes,  pobladores de Mojocoya del mismo departamento, también peregrinaron a los cerros pidiendo ayuda.
A ocho horas de viaje, en Sucre,  las protestas vecinales se masifican porque desde mediados de octubre  no hay agua. Lo mismo se vive en Potosí donde parte de la urbe ya no tiene acceso ni a las cisternas.
En La Paz y El Alto, hace unas semanas decenas de amautas    subieron al Huayna Potosí, al Illimani, al Mururata, al Tuni Condoriri,  los cerros guardianes. Recogieron agua en vasijas y con ella realizaron un gran ritual para convocar a la lluvia.
 El Senamhi pronostica  que las lluvias  se incrementarán en diciembre y enero. Hasta entonces, el Gobierno trabaja en perforación de pozos y captación de ríos y lagunas.
A finales de 2015 los pronósticos  anunciaban que  el fenómeno del Niño ingresaría al país con  granizo, olas de calor  y sequías extremas. También hubo otras alertas pero ni ruegos ni pronósticos fueron efectivos.
¿Se pudo prevenir la crisis del agua? Autoridades  se contradicen
 Desde el inicio de la crisis, la ministra de Medio Ambiente, Alexandra Moreira, y  el presidente Evo Morales aseguraron que se enteraron de la crisis el mismo día del racionamiento. El exdirector de la AAPS, Benecio Quispe, que a un principio señaló que EPSAS no comunicó la situación,  manifestó después, que él alertó sobre el problema.
«EPSAS nunca  ha reportado que las represas estaban en nivel tan bajo”, sostuvo antes de su destitución.
Sin embargo, tras el anuncio de un proceso penal, aseguró  que  Moreira, en septiembre ya «estaba informada” sobre la emergencia. «El 9 de septiembre enviamos a la Ministra un reporte indicando cuál es la situación de EPSAS”, sostuvo.
Al respecto, la Ministra reiteró que ella no conocía la situación. «Si la alerta se hubiese dado, se hubiese planificado para evitar el racionamiento. Eso no debería haber pasado ni con 94, ni con 30, ni 20 barrios… con nadie”, dijo.
La autoridad señaló que en los reportes que recibió  en septiembre mostraban niveles de oferta acuífera superiores a los de la demanda. Quispe insistió. «No sólo estaba informada, sino tiene la obligación de estarlo porque al ser  cabeza del Ministerio  es titular del 100% de las acciones de EPSAS”, dijo.
El 1 de diciembre, el Presidente anunció proyectos para garantizar la provisión de agua a La Paz.
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http://www.paginasiete.bo/sociedad/2016/12/19/

 

@esterucaa

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