AFP / Isla King George
Hace diez años, una gruesa capa de hielo cubría el glaciar Collins en la Isla Rey Jorge en la Antártida.
Ahora la roca quedó expuesta, en una región afectada por el cambio climático, que se convirtió en laboratorio para combatirlo.
“Hace casi 15 años que vengo y en los tiempos de una vida humana uno ya puede reconocer los cambios que produce el calentamiento global”, dice a la AFP Marcelo Leppe, director del Instituto Antártico Chileno (INACH).
El deshielo ha dejado a la vista rocas y muchas especies han retrocedido hacia el interior de la Antártida “en forma de anillos”.
También se pueden ver cambios en la composición de los ecosistemas terrestres. Al mismo tiempo, atraídos por temperaturas más cálidas, especies que nunca vivieron en la Antártida como la centolla -un depredador de fondos marinos habitual en Magallanes (sur de Chile)- están comenzando a aparecer en aguas del continente blanco.
“Necesitamos cuantificar bien ese cambio para predecir lo que pueda ocurrir en el futuro cercano”, sostiene Leppe, instalado en la base científica chilena Profesor Julio Escudero.
Según mediciones realizadas el año pasado por científicos chilenos en la isla de Doumer, la temperatura del agua llegó a los 2,5ºC, cuando lo normal es que tenga entre 0ºC y 1,5°C.
A 40 metros de profundidad se registraron 2ºC, muy elevada para el continente blanco.
Consecuencias globales
Según observaciones realizadas por la NASA, entre 2002 y 2016, la Antártida perdió aproximadamente 125 gigatoneladas de hielo por año, provocando un aumento del nivel global del mar de 0,35 milímetros por año.
El norte de la península antártica y la región occidental del mar de Amundsen son los más afectados por el deshielo. Pero el cambio climático no sólo afecta la temperatura, es un cambio global, advierte Leppe.
“Es un gran problema multivariado y ninguna de las dimensiones avanzan o retroceden de la misma forma”.
Con cerca del 62% de las reservas de agua dulce del planeta, un deshielo de la Antártica contribuirá a la desalinización de los mares, alterará la solubilidad del oxígeno en el agua, la anoxia (falta de oxígeno), modificará el intercambio de nutrientes, los microorganismos que regulan varios ciclos geoquímicos o el PH que condiciona la existencia de
“A pesar de que se ven tan pequeñitas, las algas, microalgas y macroalgas son muy importantes para un componente grande de la trama trófica, pues se encargan de proveer alimentos al resto del ecosistema”, dice Nelson Valdivia, profesor de la Universidad Austral.
“En otros ambientes y también acá, se sabe que la cantidad de especies de un ecosistema es muy importante para que éste se mantenga sano”, asegura. Para Valdivia, el gran temor es que se “pierdan especies que ni sabemos que existen”.
En ese contexto la Antártida se está convirtiendo en laboratorio del cambio climático y del desarrollo de herramientas que permitan la adaptación de la flora y la fauna en las nuevas temperaturas del planeta.
La resistencia a la radiación ultravioleta y a las condiciones climáticas extremas convierten a las plantas antárticas en excelentes herramientas de la biotecnología para desarrollar protectores solares, antioxidantes, azúcares naturales o mejorar cultivos más frágiles. Las plantas antárticas se adaptan para sobrevivir a condiciones extremas.
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